El origen de la actividad textil bejarana se remonta al siglo XIII, poco después de que sus tierras fueran repobladas por el rey Alfonso VIII de Castilla.
En el siglo XV ya existían pequeños centros para la fabricación de paños que, bajo la tutela de los Duques de Béjar, fueron creciendo y haciéndose un lugar importante dentro del mercado español.
Por entonces en Béjar sólo se fabricaban “paños bastos” pero las exigencias de la época obligaron a que la duquesa viuda firmase un contrato en 1691 con varios maestros flamencos, para que éstos enseñaran su manufactura a todos aquellos que quisieran aprenderla. A partir de la llegada de estos maestros flamencos la, hasta entonces explotación textil artesana, se transformó en dinámica industria textil.
El año 1715 marca otro momento significativo en la historia textil local, pues comienza la fabricación de prendas para uniformes del Ejército, que se convertirá en uno de los pilares del sector hasta tiempos bastante recientes.
En 1744 había censados en Béjar 155 telares, que se convirtieron en 177 en 1761, año en el que se dejan de elaborar los paños bastos. En esta época se estima una mano de obra de unos 3.000 trabajadores en el sector, que se elevaría a 4.000 a finales del mismo siglo XVIII cuando la actividad textil se amplió al tinte, a raíz de que en 1782, por Real Cédula, Carlos III concediese autorización para tener tinte a los fabricantes y anulaba de esta manera el monopolio que el Ducado ejercía sobre dicha actividad.
El inicio de la era industrial se fija en Béjar hacia 1824, año en el que algunos fabricantes textiles compraron máquinas de hilar y cardar. Hacia 1849 existían 200 fábricas con una producción de 754.600 varas de paño y bayeta, empleando a unas 4.000 personas, más otras 600 que lo hacían en los 40 telares de lino y cáñamo que también había, lo que da idea de la gran importancia del textil en Béjar en aquella época.
En esos momentos, uno de los más graves problemas que tenía la industria textil de Béjar era encontrar técnicos cualificados que permitieran hacer frente a las cada vez mayores exigencias de nuevos productos y siempre de mejor calidad. En este sentido, la fundación de la Escuela Industrial, creada por Real Decreto de Isabel II de 20 de julio de 1852, fue un esfuerzo importante para superar el desfase tecnológico existente y en su creación tuvieron mucho que ver el Ayuntamiento y las fuerzas sociales de la época. La Escuela Industrial de Béjar comenzó a funcionar el 5 de noviembre de 1852 y más tarde, ya en 1901, se crea la Escuela Superior de Industrias, permitiendo cursar los estudios de peritaje que antes sólo se impartían en Madrid.
Esta nueva Escuela es el antecedente directo de la Escuela Universitaria de Ingeniería Técnica Industrial, que posteriormente se transformó en Escuela Técnica Superior de Ingeniería Industrial.